La zona que compartimos suele ser noticia por el atractivo turístico, las ofertas gastronómicas y la belleza natural, pero de vez en cuando salta a los medios de comunicación lo que ya no es un secreto: la mayor parte de la producción frutihortícola y cerealera de la zona está basada en el uso intensivo de agrotóxicos.
Ahora también nos asombramos por la contaminación con agrotóxicos detectada en el agua por parte de Grupo Aguas perteneciente a la Universidad Nacional de Mar del Plata y conformado por investigadores de CONICET-UNMdP que detectaron contaminación con agrotóxicos al muestrear los pozos de algunas escuelas, no hay dinero para testeos más amplios… y solo buscaron la presencia de algunos agrotóxicos por falta de presupuesto…
En nuestra región el problema se ha hace visible también cuando se incumple la ordenanza que prohíbe fumigar a menos de 1000 metros de la zona habitada (ratificada por la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires) o cuando en el mercado central se rechazan producciones enteras de alimentos cuando se miden los niveles de contaminación por agrotóxicos, pero no termina ahí. El envenenamiento silencioso continúa día a día y nos afecta a todos por igual. Para combatir ese delito, el recurso más evidente es el de la denuncia y la penalización, pero sin la voluntad política de control esto es muy difícil. Sin embargo, creemos que es necesario llegar a puntos de acuerdo. Los productores y nosotros consumimos los mismos productos y la misma agua, nuestros hijos e hijas van a las mismas escuelas… ¿cómo es posible que continúe la agresión permanente sobre el lugar que habitamos? ¿solo por ignorancia o afán de lucro?
Cuando surge esta discusión es común escuchar que el problema no son los agroquímicos, sino el modo de aplicación. Podríamos listar numerosos estudios científicos realizados por grupos de investigación pertenecientes al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y otros organismos nacionales e internacionales que demuestran lo contrario y concluyen que muchos de ellos son altamente perjudiciales para la salud. Sobre todo sustancias, como el célebre Glifosato, prohibidas en países del llamado primer mundo, pero comercializadas aquí sin restricción ni control real. ¿Qué pasaría si se profundizaran esas investigaciones? ¿Qué resultados obtendríamos con un relevamiento de enfermedades relacionadas con agrotóxicos en vecinos y trabajadores?. Cáncer, abortos espontáneos, cansancio crónico, problemas en la piel y en el sistema respiratorio de niños que viven en la zona, en los campos productivos y sus alrededores, etc., es imperioso que las autoridades sanitarias se comprometan en estos muestreos.
¿Notaron que hay muchas menos abejas y es difícil ver un bichito de luz?
Otro argumento conocido es que no es posible sostener el rendimiento o la ganancia sin esos recursos químicos. Basta con recorrer nuestra zona para encontrar cada vez más productores que comprendieron que es tiempo de encontrar alternativas, se multiplican los profesionales que se apartan del manual del “agronegocio” para explorar otros caminos y aun así obtener una buena producción y ganancias suficientes respetando al ambiente y a sus vecinos.
Es verdad, no resulta fácil. Contra esos proyectos agroecológicos que aprovechan nuevos conocimientos y recuperan viejos saberes, se oponen los grandes negocios del agro con sus fuertes complicidades con algunos políticos, con grandes medios de comunicación e infiltrados en las universidades para la formación de profesionales sumisos al modelo contaminador y extractivista. A esas corporaciones que venden las semillas y los agroquímicos no les interesa nuestra salud ni el medio ambiente. Priorizan la ganancia a corto plazo porque les es muy fácil migrar a otros negocios y continuar multiplicándose. Detrás quedan tierras improductivas, pueblos con aguas contaminadas, niñez enferma, cáncer a repetición, pérdida de especies, etc. Cuando hay consecuencias legales porque muere una criatura o se fumiga una escuela, salen indemnes porque los castigos, si llegan, son casos aislados y ni su libertad ni su capital se ven afectados.
En estos temas las escuelas son fundamentales y es necesario su compromiso porque pueden generar conciencia en las nuevas generaciones y estas la llevarán a sus propias casas transmitiendo el conocimiento disponible sobre el impacto ambiental y humano de ciertas formas de producción.
Es evidente que un diálogo solo es posible si se avienen todas las partes. Necesitamos que los productores, productoras y autoridades escuchen las razones y las alternativas, pero también que las autoridades municipales, provinciales, nacionales y judiciales dejen de mirar hacia otro lado y tengan la voluntad política de intervenir como sus cargos les exigen. Ya sabemos de policías ambientales que nunca llegan, de pruebas que no se toman o no alcanzan, de llamados infructuosos para realizar una denuncia cuando se realiza una fumigación ilegal, de multas ridículas, etc. Si a los funcionarios y representantes políticos no les alcanza la vocación para generar una sociedad mejor, que al menos hagan cumplir las reglamentaciones que todavía nos protegen.
El incumplido límite de los 1.000 de protección contra las fumigaciones ratificado por la Corte Suprema de Justicia de la PBA es importante, pero es una regulación de mínima el problema de fondo es la forma de producción y estamos apenas a tiempo de generar un cambio profundo. Suena a una utopía, pero podríamos soñar con un cinturón de producción agroecológica en Sierra de los Padres y alrededores que sea ejemplar para el resto del país. Los consumos están cambiando porque cada vez más personas tomamos consciencia de que esa frutilla enorme o esa zanahoria perfecta esconden tóxicos peligrosos y, por eso, se extienden cada vez más las ferias verdes y las huertas familiares.
No hablamos de un futuro muy lejano ni de una realidad ajena.
Necesitamos tu compromiso, sabemos que la respuesta es colectiva, como nos han enseñado las asambleas distribuidas en todo el país.
Sepan quienes infrinjan la ordenanza que establece 1000 mts entre los agrotóxicos y las viviendas que ya no será fácil, que tendrán que rendir cuentas a sus propios vecinos y vecinas ahora cada vez más conscientes, alertas y en organización colectiva.
Estamos defendiendo la salud de nuestras familias y la tuya también.
Es hora de volverse verde en defensa propia.
Vecinxs por la agroecología.
Y si, el problema de antigua data. Cuando comenzamos en 1988 con la agricultura agroecológica en la zona y a escala, era algo sorprendente y ahora ya es urgente la conversión a la horticultura sana y sustentable pero en base a nuestra experiencia prima en los agricultores el falso concepto de rentabilidad rápida por ignorancia de los métodos nuevos que proporcionan ganancias excelentes y además los más importante conservan la salud de la comunidad y el entorno. En 1992 hice el relevamiento de las aguas de perforaciones de la zona y estaban todas contaminadas con nitratos orgánicos y algunas con metales pesados. La situación ha empeorado con el uso masivo de plaguicidas tóxicos que tienen vida media en algunos casos de cientos de años por lo cual el agua de bebida de varios puntos de la zona ni con tratamientos adecuados se va a poder beber.